Introducción


Cada año surgen en todo el mundo miles de recetas de nuevos cócteles. De estas, al menos 30.000 están codificadas en pequeños recetarios anuales. Algunas de ellas será presentadas en competiciones nacionales, pero sólo unas cincuenta consiguen acceder a la final anual que decreta cuál es el “cóctel del año”. Además, son sólo unos pocos centenares los combinados que consiguen entrar por derecho en el Olimpo de los cócteles mundiales y, aún menos son los que resisten el paso del tiempo.

Ya sea gracias a la literatura, al cine, a la ficción televisiva o a las habilidades de los bármanes hay doce cócteles que destacan sobre los demás, todos ellos pertenecientes a cada una de las tres tipologías existentes: cócteles aperitivos, cócteles digestivos y party cocktails.

 

 

 

La costumbre de mezclar bebidas, con el objetivo de obtener otra bebida que sea aún más agradable al paladar, no es una novedad de los últimos siglos. Ya los romanos tenían la costumbre de mezclar diversas clases de vino con especias. Incluso en las cortes renacentistas italianas y francesas se consumían combinaciones de licores, aguardientes y frutas. Sin embargo, aunque establecer los primeros cócteles de la historia es bastante sencillo, no lo es encontrar el origen de la denominación de “cóctel” (neologismo castellano de la palabra inglesa cocktail) a este combinado de bebidas.

El término apareció por primera vez a principios del siglo XIX, cuando en el periódico estadounidense The Balance se definía como “una bebida estimulante compuesta por varios líquidos alcohólicos que constituyen un brebaje excepcional”. Sin embargo, muchas de las leyendas sobre su origen provienen de la traducción de la palabra cocktail en inglés: “cola de gallo”. Así, una de las teorías más acreditadas hace derivar este término de cock- ale un compuesto alcohólico estimulante que se daba a los gallos de pelea para exaltar su valentía.

Otra leyenda relata que una vez el matrimonio entre una joven de Baltimore, llamada Bessie, y su amado fue obstaculizado por el padre de ella, un rudo tabernero propietario de un bello gallo. Un día el animal desapareció y el padre prometió a su hija que consentiría su matrimonio sólo si el gallo aparecía, lo que finalmente sucedió. Para festejar la boda la joven preparó una bebida a base de licores de varios colores a la que llamó cocktail.

Una última leyenda cuenta que en Nueva Orleans, una droguera francesa, Antonietta Peychaud, servía en su local una bebida amarga muy alcohólica, utilizando un vaso que llamaba coquetier. Más tarde el término fue adaptado al inglés cocktail.

Sean estas historias verdades o leyendas, lo cierto es que los cócteles han sido estimados y expertamente apreciados desde 1800.

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